En 2020 no pueden faltar vuestras anécdotas campestres

En este primer mes del nuevo año no podía faltar nuestra ración del Concurso de Anécdotas Campestres de todos los meses. Ya te comentamos que desde Pazo de Vilane realizamos este concurso de forma anual para que nos hagas llegar tus historias más divertidas que sucedieron en el mundo rural. Cada edición nos siguen llegando un montón de anécdotas que nos encantan y en la edición de 2019, la cuarta, no podían faltar los relatos emotivos y graciosos como los que os presentamos a continuación.

Yara Quevedo

“Mis veranos se basaban en ir al pueblo de mi abuelo en Ourense. Yo soy de Canarias y para mi ese mes era lo mejor de mi año. De estar rodeada de mar y playas a estar rodeada de prados y bosques. Me encantaba ir a recoger patatas, pasear al burro, dar de comer a las “pitas».. .Mi abuelo sembró fresas solo para mi porque sabía que me encantaban. Un mes se pasaba volando. Pero lo que más me encantaba era coger la bicicleta y pedalear como si no hubiera mañana. Sabía que cuando atardecía era el momento de volver a casa pero antes tenía que ir al mirador más alto para ver cómo se ponía el sol sobre la ciudad de Ourense y ver como el cielo se teñía de naranja y violeta. Ese instante siempre será el momento más mágico de mis días en el pueblo de mi abuelo.»

Iván Corral

“Tenía 8 años y poca experiencia andando en la bicicleta “de mayores». En la plaza del pueblo estaba el rebaño de ovejas bebiendo en la fuente… ¡Y un burro! Frené de golpe a dos palmos de su trasero. Respiré aliviado cuando creí que ya estaba salvado… Y su rabo me tiró las gafas al suelo.»

Luz Sarango

“Mi anécdota de estas vacaciones es haber caminado todo el camino al parque de la pena en Portugal sabiendo que tengo mucho dolor de piernas al caminar pero fue hermoso.”


Antonio Chica

“Recuerdo tener 6 o 7 años y estar en el campo con la familia. Me gustaba explorar e indagar todo el terreno con mi primo que era mucho mayor que yo. Un día jugando con él cerca de unas encinas escuchamos unos ruidos extraños. Me acerqué para ver qué podía ser y dije: “creo que es un jabalí». Dicho esto mi primo salió corriendo como alma que lleva al diablo gritando y llorando: «JABALÍ JABALÍ JABALÍ». Yo me quedé parado sin saber muy bien qué hacer. Resultó que allí no había ningún jabalí. Simplemente nuestro perro se había colado ahí sin que lo viésemos y estaba jugando. Aún hoy le recuerdan a mi primo el susto que se llevó.»

Miguel Chavarria

“Muchas son las historias y anécdotas que me han pasado en el campo. Pero entre ellas me gustaría destacar una de la que guardo especial cariño. Recuerdo como si fuera ayer cuando estaba haciendo una plantación de almendros en una finca familiar; lo hacíamos con ayuda de un primo que se encargaba de manejar el tractor. Se encargaba de echar tierra con la pala del tractor para rellenar los hoyos de los almendros. Tras un despiste nuestro primo nos hecho la tierra encima y nos dejó clavados en el suelo. Ese mismo día mi abuelo cuando iba de camino para ver cómo estábamos plantando los almendros cruzando un riachuelo (por un tronco de madera) cercano a la finca se resbaló y se cayó al agua. ¡Qué día más divertido!

Javier Chavarría

“Un día revisando cómo estaban la plantación de almendros familiar íbamos andando mi madre, mi tío y yo muy ilusionados tranquilamente cuando de repente mi tío y yo empezamos a hundirnos como si de arenas movedizas se tratara. Viendo que no éramos capaces de salir y ya estábamos metidos más allá de la rodilla,  mi madre acudió a ayudarnos. Nos estiraba de los brazos y nosotros de ella y no éramos capaces de salir, es más seguíamos hundiéndonos. El caso es que ella también fue metiéndose poco a poco y no éramos capaces de salir. Por suerte dimos con una roca y nos agarramos a ella y gracias a esto fuimos capaces de salir. Fue un gran susto y desde entonces siempre que andamos por esa parcela vamos mirando al suelo. Afortunadamente quedó en una divertida anécdota.”