Continuamos con las anécdotas campestres

Como os prometimos, cada mes vamos a dar a conocer todas las historias que recibimos para participar en la cuarta edición del Concurso de Anécdotas Campestres.

Todos los años en Pazo de Vilane os pedimos que nos enviéis vuestras historietas relacionadas con el campo. Pueden ser actuales o de cuando erais pequeños, nos encantan todas. El ganador del concurso gana una visita a nuestras instalaciones además de pasar un fin de semana en una casa rural de la zona. 

En esta nueva entrega disfrutaréis de varias anécdotas campestres que os llevarán desde Cantabria hasta Argentina o Murcia y con las que seguro que soltáis una carcajada. ¿Preparados?

Adriana Bombín

“Los paseos por el campo con el grupo de montañismo \Pies Cansados\ dónde además de conocer los montes de Cantabria y alrededores hicimos amigos para toda la vida.»

Manuela Ordóñez

“A los 17 años me fui a pasar las vacaciones de verano al campo con mi abuela las dos solas. Nos pasamos los días enteros de calor y humedad agobiantes de la pampa argentina sentadas en la galería de la casa mirando el horizonte infinito y leyendo a la par. Por las noches con la tenue luz de unos farolitos de keroseno y un buen malbec comentábamos sobre lo que habíamos leído y soñábamos despiertas con las historias de los personajes que nos atrapaban durante el día. Leíamos a Ayn Rand. Fue el mejor verano de mi vida.”

José Ángel Martínez

“Una vez cuando era pequeño estaba con mi familia en la parcela del campo. Estábamos haciendo una barbacoa nocturna y mi abuelo que era muy bromista de repente gritó: ¡Mira José un burro volando! Yo salí corriendo dejando todo lo que estaba haciendo para mirar al cielo y preguntar: ¿dónde abuelo? ¿dónde? Mi abuelo ni ninguno de los presentes no se esperaba que picase por lo absurdo de la broma. No sabiendo cómo seguir el juego todos nos rompimos en carcajadas. Bueno yo no, yo aún sigo buscando al burro volando.”

Paz Sainz

“Recuerdo ir al campo los domingos con mi familia y estar deseando que fuese la hora de comer para saborear la tortilla de patatas con chorizo de mi madre, mmmm que delicia. ¡Aún hoy cuando la hace para comer en casa recuerdo esos momentos!”

Francisco Carballo

“Pensar en mi infancia me traslada a aquellos momentos en los que no existían redes sociales ni necesitábamos contar al mundo que éramos felices. Y es que entonces hacíamos algo que los jóvenes de hoy día parecen haber olvidado: sentir, vivir y disfrutar cada momento. El tiempo ha convertido esas vivencias en recuerdos imborrables de esos que no necesitan «me gustas» o retuits, pero que te unen para siempre con las personas que los compartes. Y es que hablar de esa infancia es hablar de mi padre y mi abuelo. De esas excursiones que hacíamos los domingos a la vaquería de su amigo, donde pasábamos el tiempo rodeados de animales. Ordeñábamos vacas y ovejas o recogíamos los huevos de las gallinas, mientras el mundo exterior dejaba de existir para nosotros. Solo estábamos mi abuelo, mi padre, Antonio, sus animales y yo y con eso era el niño más feliz del mundo. Luego volvíamos a la ciudad pero esos momentos me unieron para siempre a unas raíces que aprendí a amar y defender. El tiempo fue pasando y cada vez tenía menos tiempo y mi abuelo menos fuerzas para ir a la vaquería hasta que un día dejamos de ir. Durante años no pensé demasiado en la vaquería hasta que un día tuve mi primer hijo a muchos kilómetros de casa y creo que entonces volví a ser consciente de la suerte que había tenido de tener esa infancia, ese padre y ese abuelo. Por eso tan pronto como fui a Murcia quise llevar a mi hijo a aquella vaquería y que viviera lo que yo vivía aquellos días pero Antonio ya no estaba y sus hijos tan pronto como faltó vendieron una vaquería que acabó convertida en una urbanización. Y es cierto que dicen que los tiempos cambian y cada vez nos hacen la vida más cómoda, pero también nos han distanciado de nuestros orígenes. Cuando es el trabajo de tantas personas como Antonio lo que nos ha permitido llegar hasta aquí y de vez en cuando hace falta volver a conectar con nuestra esencia porque sólo se quiere y valora lo que se conoce y porque corremos el riesgo de que en unos años nuestros hijos solo conozcan los animales a través de la televisión y piensen que los alimentos nacen en los supermercados. Por eso y aunque sea por nuestros hijos quizás sea momento de volver y poner en valor el lugar del que venimos.“

Gracias por vuestras «Anécdotas campestres», pronto tendremos una nueva entrega que entrará a participar en nuestro Concurso.