Samaín, la fiesta gallega de origen celta que dio origen a Halloween

El Samaín o Samhain es una tradición de origen celta que se ha revitalizado en los últimos años, y con notable arraigo, en toda Galicia. ¡Descúbrela!

Actualizado el: 07/11/2022

El Samaín o Samhain es una tradición de origen celta que se ha revitalizado en los últimos años, y con notable arraigo, en toda Galicia. Esta celebración, la más importante del pueblo pre-románico que habitaba nuestras tierras, marcaba el fin del período de las cosechas y el inicio del frío y la oscuridad, así como el año nuevo.

Según los estudiosos, este rito constituía la principal fiesta del pueblo celta y estaba dirigida por los druidas o hechiceros, que no sólo ejercían de líderes religiosos, sino asimismo como curanderos y principales garantes de las tradiciones.  

Noche de Samaín

Los ritos de Samaín o Samhain (en etimología gaélica) implicaban mucho más que el festejo de su traducción literal, “fin del verano”. Significaban el paso de un año al siguiente, de forma similar a nuestra Nochevieja, pero también el puente o pasaje de un mundo al otro

Es decir, el Samhain trazaba una suerte de canal mágico en el que los muertos, con un permiso temporal, podían cruzar al mundo de los vivos para visitar a sus seres queridos -si habían sido bondosos en vida- o bien para aterrorizarlos o al menos molestarlos, en línea con las malvadas actitudes que habían mostrado en la tierra. 

Orígenes e historia del Samaín o Samhain

Se cree que esta celebración era común a todos los pueblos celtas: por supuesto, los que habitaban Galicia y Asturias antes de la llegada de los romanos, pero también los de la actual Gran Bretaña, Irlanda y buena parte del norte de Europa. 

Originariamente, el Samhain no era precisamente una “fiesta de niños” adornada de calabazas, tartas, pasteles y simpáticos disfraces monstruosos. 

Calabaza en fiesta de Samaín

Muy al contrario, el rito original debía erizar la sangre al más valiente, porque los druidas trataban de aplacar al terrible dios de la Muerte mediante actos tan bárbaros como la lectura de las vísceras recién extraídas de víctimas humanas a modo de técnicas adivinatorias del futuro.

Como prueba, baste decir que cuando los romanos iniciaron la conquista de la antigua Britania, las legiones -hombres rudos, acostumbrados a una vida de continuas luchas- quedaron tan impresionadas que actuaron a modo de corresponsales de guerra, narrando por todo el Imperio las espeluznantes visiones. 

El propio historiador Cornelio Tácito recogía en sus crónicas: “Los celtas consultaban a los dioses en las palpitantes entrañas de los hombres”. 

Finalmente, los hechos llegaron a oídos del emperador quien, en un intento de romanización, prohibió los sacrificios humanos y los cambió por los de figuras o efigies. 

Más tarde dio la orden de sustituir Samaín por el Festival de Pomona, que rendía culto a la diosa de las manzanas y al otoño, y aunque la nueva celebración fue en apariencia aceptada, lo cierto es que la tradición inicial siempre quedó arraigada en el pueblo. 

Siglos más tarde, ya iniciada la Edad Media, el papa Gregorio III declaró el 1 de noviembre la fecha de los mártires cristianos y, más tarde, Gregorio IV la amplió a todos los santos, celebración que ha llegado hasta nuestros días. 

Los terroríficos ritos del Samaín

Los celtas daban mucha importancia a los ciclos de la naturaleza, pero para ellos el año no se dividía en cuatro estaciones, sino en dos grandes épocas: el invierno y el verano. El invierno implicaba la muerte; el verano, la vida. 

Y cada uno de ellos tenía una deidad: el sol (Belenus), al que se rendía culto el primero de mayo, y la muerte, Samagín, al que se adoraba durante tres noches y tres noches, a finales de octubre y primeros de noviembre. Para el pueblo celta en estas últimas fechas los campos y seres vivos dormían a la espera de la primavera. 

¿Pero cuáles eran los ritos del Samaín? Los druidas consideraban la noche del 31 de octubre especialmente esotérica, la que les ofrecía mayores poderes en todo el año, pues a petición suya, la deidad Samagín convocaba a los muertos para que pasasen al “otro lado”, es decir, al mundo de los vivos. 

Las personas que habían sido malvadas lo hacían en forma de animales salvajes. Otras, afortunadamente, obtenían permiso para aparecerse con el aspecto que habían tenido en vida y así compartir unas horas con sus familiares.  

Por tanto, en las familias se mezclaban sentimientos encontrados: el pavor de encontrarse con un muerto malvado junto a la esperanza de volver a entablar comunicación con un familiar perdido y añorado. 

Mientras, los druidas encendían enormes hogueras en las colinas y mandaban apagar los fuegos en las casas, para evitar que los espíritus malvados entraran (porque las consideraban frías) y también para ejemplarizar la total oscuridad, en sintonía con la estación que se iniciaba. 

En las hogueras, además de hojas de roble, el árbol sagrado de los celtas, se ofrecían frutos de otoño, animales e incluso seres humanos. Al día siguiente, interpretando las cenizas, los druidas ofrecían al pueblo su oráculo sobre el año entrante. 

Es en torno de estas fogatas donde encontramos los primeros antecedentes del actual Halloween: los jóvenes pedían en las casas objetos o leña con los que poder encenderlas, y también se vestían con grotescos disfraces y máscaras, elaborados con pieles y cabezas de animales, y danzando en círculos para espantar a los fantasmas malignos.

De Samaín… A Halloween

Aunque ya hemos visto que Samaín se prohibió a partir de la llegada de Roma a las Islas Británicas, algunas de las costumbres quedaron en aquellos pueblos, que con el transcurso de los siglos emigraron a Norteamérica, especialmente los irlandeses y escoceses en los siglos XVII y XIX, exportando estas creencias y popularizándolas. 

Mientras, el Samaín siguió celebrándose en Galicia, desde luego bajo una versión mucho más lúdica y festiva que la original. Las grandes hogueras se cambiaron por la lumbre en las casas, que se mantenía toda la noche encendida para que el visitante se sintiera caliente y acogido. También se le reservaba comida en la mesa y una silla vacía. 

Otra tradición celta consistía en dejar una calavera de un enemigo en la ventana, con una vela encendida, para evitar visitas “indeseadas”. Con el devenir de los siglos, los gallegos las sustituyeron por nabos vaciados de gran tamaño o por calabazas talladas con forma de caras en las que se introducía una vela. Como ves, los conocidos adornos de Halloween no son tan originales. 

Tampoco es tan novedoso el popular “truco o trato”, sino que hunde sus raíces en el Samaín. Además de la recogida de los jóvenes de casa en casa, las familias depositaban comida y dulces en las entradas de sus hogares para mantener contentos a los espíritus. No es de extrañar que, con el paso de los siglos, estos dos ritos se unieran en uno.  

El renacimiento del Samaín en Galicia 

En las últimas décadas el Samaín ha experimentado un renacimiento en toda Galicia. Fue Rafael López, maestro de escuela de Cedeira (A Coruña), quien recientemente se encargó de redescubrir esta tradición y comprobar que existía en mayor o menor medida por toda la región, así como en las zonas limítrofes de Zamora y León.

Muchas de esas tradiciones típicas del Samaín, como dejar dulces o castañas y dejar sin recoger la mesa por si las almas de los espíritus iban a visitarles esa noche, se venían haciendo desde tiempos ancestrales. 

En lugares como Quiroga, Lugo (en plena Ribeira Sacra) se venía realizando un espectacular desfile de disfraces por todo el pueblo, cuyas calles se iluminan con calabazas vaciadas. Estas mismas se siguen secando y usando como máscaras en el Entroido o carnaval, meses más tarde. 

En Ribadavia y en Verín (ambas en Orense) se organizan los desfiles de la Santa Compaña, procesiones de ánimas de largo arraigo en el imaginario gallego que son guiadas por un vivo, a través de brumosas y solitarias fragas, hasta que encuentra a otro desafortunado a quien pasar el testigo. 

Como ves, el Samaín es una tradición de hondísimas raíces que se ha mantenido a lo largo de los siglos y que dio origen a la anglosajona tradición de Halloween. 

Así pues, cuando compruebes que bajo la influencia del Hollywood estadounidense comercios, discotecas y eventos populares han acogido esta fiesta recuerda que los sustos, las calabazas, las recetas dulces y monstruosas y los jóvenes pedigüeños que recorren las casas ya existían en Galicia muchos siglos antes, procedente a su vez de un rito celta presente en nuestra cultura gallega desde hace siglos: el Samhain.

Fuentes

Facts on Halloween

Halloween: su proyección en la sociedad estadounidense. Barrera Cañellas, Margarita (2004)

 

 
 
 
 
 
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