Historias de la cuarentena: Llegan hasta Pazo de Vilane vuestros primeros relatos de esperanza

Cuaderno, boli y taza de café. Elementos que ayudan a escribir a nuestros usuarios sus historias de la cuarentena en el coronovirus

Dos madrileñas Cris y Mª Carmen y una montañesa (o montañera en el dique seco como se denomina a si misma), Carmen M, son nuestras tres primeras protagonistas. 


En estas historias de la cuarentena que estamos recopilando para compartirlas con todos vosotros, están a flor de piel sentimientos que todos, en algún u otro momento estamos sintiendo: miedo a la enfermad, miedo al no saber, miedo a la incertidumbre, inseguridad, tristeza, compasión, aburrimiento, nostalgia y morriña, amor… Y también grandes certezas, las verdades únicas de nuestras vidas. 

Para algunos ya no hay ritmos vertiginosos ni prisas para llegar a ningún sitio. Todo se ha detenido. Por eso tenemos tiempo para pensar y sacar conclusiones sobre lo verdaderamente importante. 

Mientrás, en Pazo de Vilane estamos trabajando como siempre y más que nunca, con muchas medidas de seguridad para todas las personas que estamos aquí, haciendo que nuestos huevos camperos y nuestras mermeladas artesanales os sirvan para hacer riquísimos platos y alegraros los días. Con nuestro trabajo os mandamos nuestras voces de esperanza y fortaleza, con el convencimiento de que juntos saldremos adelante.

Cris cría a sus hijos pequeños sola y aprovecha estos días para disfrutarlos, o como ella misma dice, “para llenarnos los unos de los otros”.

Mª Carmen, por su parte, decidió que tenía que ayudar de alguna forma y comparte una de las cartas que remitió a un hospital para animar a los pacientes ingresados. 

Por último, Carmen M. sueña con el día en que se calzará las zapatillas para coronar nuevas cumbres y nos transmite una maravillosa certidumbre:

Volveremos a enamorarnos viendo La Viorna desde la terraza y oyendo a los patos debajo de nuestra ventana”.

¿Quieres conocer las primeras historias de la cuarentena de la comunidad Pazo de Vilane? 

Cris González Quintián, Madrid

Ulises y Odell, en un día de campo, antes del confinamiento.

Cris vacía su alma en este relato y nos ofrece la primera de nuestras Historias de la cuarentena.

Desde nuestro encierro:

Me llamo Cris.

Soy una madrileña de 38 años, y vivo con mis hijos, Ulises, de 8 años (tengo que decir que es el niño más guapo del mundo) y Odell, de 6 años (como no podía ser de otra manera, es el segundo niño más guapo del mundo). Son muy inquietos, muy vivos y, por sus edades, muy demandantes de mamá. 

Recuerdo cuando les dije que iban a estar una temporada sin ir al cole. La única pregunta que hicieron fue… ¿Mamá, tú tienes que ir a trabajar? ¿O vas a estar con nosotros? Es lo único que les importaba en ese momento, y eso me da fuerza cada día para intentar demostrarles lo mejor de mí. 

Somos una familia de tres porque el papá de mis espartanos se convirtió en una estrella para que nunca nos faltase la luz.

Nuestro encierro se hace ameno: os podéis imaginar las invenciones, ideas y energía que desprenden estos dos locos bajitos. Nos levantamos siempre contentos: suelo poner música de buena mañana, cocinamos juntos (hacemos pizzas, bizcochos, galletas, SIEMPRE con huevos de gallinas libres) desayunamos juntos, comemos juntos, merendamos, cenamos, nos duchamos juntos, también hacemos un poco el ganso y las tareas del cole, ¡claro! Parecemos un perro con tres cabezas…

A lo largo del día hacemos videollamadas con los tíos, con los abus, con los primos, con los amigos. Es un poco aparatoso, sobre todo cuando nos ponemos tres o más en la misma llamada, pero… Nos recuerda un poco lo que son los encuentros reales, cuando no dejas hablar al de al lado porque quieres que se sepa antes lo tuyo. 

¡Que ganas de abrazar a los míos, de sentir su calorcito, de oír sus voces en la misma habitación, de coger la mano de mi padre, de ver a mis hijos abrazando a su abuela, de sentirme libre!

Al principio de este confinamiento todo iba rodado, era algo nuevo estar todo el rato juntos, haciendo manualidades, viendo pelis, sin ir al cole… Mientras tanto al móvil no dejaban de llegar a diferentes grupos de whatsapp memes y vídeos parodiando toda esta situación. ¡Los españoles tenemos un don para reírnos y sacar lo bueno de… absolutamente todo! 

Según van pasando los días se nos acaban la ideas con el papel y el cartón, así que hemos hecho un pequeño huerto urbano, hemos pintado jardineras y hemos aprendido a jugar al juego de la oca de educación física. 

Hemos visto fotos, algunas de ellas mis hijos no las habían visto nunca. Me han hecho preguntas sobre su padre, han tenido tiempo de conocerle un poco más, y eso es enriquecedor.

Ahora al móvil ya no llegan tantas parodias ni tantos chistes, ahora llegan cadenas para recolectar todo tipo de materiales para que a los héroes sin capa (terrenales y mortales, que abandonan todos los días sus hogares y a sus familias) no les coja este maldito virus. 

Bendita la mente a la que se le ocurrió que una máscara de hacer snorkel valdría para salvar vidas. ¡Amén! Para esa persona maravillosa, ¡Amén! para esa UME a veces olvidada, que está demostrando que son auténticos salvavidas, bomberos, policías, guardias civiles, personal de alimentación…

Aplauso desde un balcón de Madrid a los sanitarios. Los aplausos de las tardes son una de las historias de la cuarentena.

Los aplausos en los balcones -como reconocimiento a los sanitarios y forma de elevar la moral de todos los vecindarios- están presentes en muchas de las historias de la cuarentena que estamos recibiendo.

También llegan proposiciones de quedadas en los balcones para agradecer y darles fuerza a todos aquellos que de una manera u otra están salvando vidas, que parece sacado de una película de ciencia ficción, pero hoy más real que nunca. 

Os juro que cada día me emociono más cuando salgo con mi pequeño pero valiente ejército espartano a aplaudir a la terraza y oigo los aplausos de mis vecinos, que sin ponerles cara (llevamos muy poco tiempo aquí viviendo) me abrigan el alma, y se van los malos augurios, aunque sólo sean esos 10 minutos en los que siento que no estamos tan solos. Y tengo muy claro que cuando esto termine voy a estrechar la mano de cada uno de ellos.

Hasta la hora del aplauso por aquí no se oye casi nada. De vez en cuando se oye al coche patrulla difundiendo el mensaje; <<por el estado de emergencia está prohibida la libre circulación de personas, no salgan de sus casas. Si necesitan ayuda llamen al…>>

La primera vez que lo escuché me invadió una mezcla de sentimientos: miedo, pena, desamparo… y me puse a llorar. Ahora, cada vez que les oigo, salgo por cualquier ventana y me pongo a aplaudirles. Deben pensar que estoy loca, pero lo que estoy es enormemente agradecida.

Mi madre decía que no hay mal que por bien no venga y que todo (¡TODO!) pasa por algo. Yo estoy aprovechando esta situación para curarme del estrés diario; en mi rutina normal me levanto cada día a las 5:30 de la mañana, trabajo hasta las 15:00 y después de eso dedico toda la tarde a estar con mis hijos. ¡Siempre con prisas de un lado a otro! Los que tengáis hijos lo entenderéis… 

Ahora no hay prisa para nada. Las sobremesas se alargan, las duchas son interminables y muy divertidas; presto más atención a las inquietudes de mis espartanos, hasta estoy descubriendo gestos suyos que antes ni había visto… 

Esto nos está llenando a los unos de los otros. Nos está dando tiempo. Ese, el que siempre nos falta, el que pasa volando, sin darnos cuenta, el que ya no vuelve…

Hoy vi las noticia (llevaba sin verlas desde que todo esto empezó). Entre muchas cosas que contaban, una era que a las 20:00 de la tarde se caen un gran porcentaje de conexiones a redes sociales y plataformas en línea como pueden ser Facebook, whatsapp… Eso es porque la gente está aplaudiendo en los balcones. Qué gran nación, la nuestra. 

También escuche que la gran mayoría de los que se están convirtiendo en estrellas son los mismos que nacieron en medio de una guerra o en los años posteriores y que a pesar de todo levantaron este bendito país con su tenacidad, su poder de superación, su esfuerzo, su lealtad y, sobre todo, con el sudor de su frente. 

Podemos estar seguros de que jamás nos faltará la luz en nuestro maravilloso cielo; esta vez, iluminado por estrellas de verdad.

Y recordad, no todo está en cuarentena; el corazón no está en cuarentena, los sentimientos no están en cuarentena, la fe no está en cuarentena, las amistades no están en cuarentena, la gratitud no está en cuarentena, soñar no está en cuarentena, la ilusión no está en cuarentena, la vida sigue, por el momento, de otro modo.

Y ahora; Amen, pero esta vez sin tilde.

Amen a los suyos, a los que están cerca y a los que están lejos.

Amen los abrazos.

Amen los encuentros fortuitos.

Amen el sol que calienta sus caras en una mañana fría de enero.

Amen esas gotas de lluvia que se deslizan por sus caras una tarde de abril.

Amen la brisa ligera una noche de julio.

Amen el viento que tira las hojas un buen día de octubre.

Amen caminar sin rumbo.

Amen la vida y disfrútenla. Esta, la del encierro, y la otra, la que volverá.

Siempreenpie.

Mª Carmen Alonso

Mª Carmen Alonso firma la segunda de nuestras historias de la cuarentena. Inquieta por no poder ayudar, Mª Carmen encontró la manera de hacer algo por los demás: escribir cartas a pacientes aislados en los hospitales. Esta es una de las que envió a un destinatario anónimo. ¿Quién sabe si algún día se encontrarán?

Doctora sostiene cartas destinadas a enfermos de coronavirus. Esta iniciativa es una de las más bonitas historias de la cuarentena.

Hola. Cierra los ojos. 

Mi mano te sostendrá. 

Volaremos. 

Te llevo hasta mi casa. 

No puedes entrar. 

No puedo salir. 

Pero nos vemos. 

Verás conmigo mi paisaje cotidiano. 

Cielo. 

Mar. 

Montes. 

Pájaros que cantan. 

Flores que se abren para ti. 

Pero, sobre todo, verás ESPERANZA. 

Es mi regalo. 

Esperanza. 

Porque todo va a acabar. 

Y seremos otra vez felices. 

Te vas a curar. 

Confía. 

Mientras tanto…

Te envío miles de besos y abrazos. 

Confía. 

Pronto serán reales. 

Te vas a curar. 

Carmen M,  (Santander)

Carmen M., una “montañera en el dique seco”, como ella misma se define, participa en Historias de la Cuarentena con este relato lleno de esperanza:

Volveremos a reírnos, a acariciar la caliza de Los Picos y a tomarnos uno y diez orujos.

Volveremos a enamorarnos viendo La Viorna desde la terraza y oyendo a los patos debajo de nuestra ventana.

Necesito mirar Collado de Cámara, visualizar aquella mi primera cima, La Morra; subir al mirador de San Miguel antes de marchar a casa, porque siempre es distinto y siempre me hace ser.

Y volveremos, volveremos a pasear sus calles que son las nuestras, a llegar cargadas con la mochila llena de equipaciones para seguir disfrutando en Picos.

Sí, porque ya me veo en el camping, La Viorna, disfrutando de las noches de parcela, y en la mañana esperar al teleférico; ya me siento desayunando, poniéndome la mochila, rellenando soft flash.

Volveremos a buscar senderos, a apretar las zapatillas…

Volveremos a Liébana, a nuestro mundo, a nuestra casa, a nuestro rincón, y seguro más pronto que tarde… Volveremos a Los Picos, volveremos a vernos. ¡Cómo no!

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Hasta aquí, las tres primeras historias que participan en nuestro concurso Historias de la Cuarentena. A lo largo de las siguientes semanas iremos publicando más. ¡No te las pierdas!

Esta es una iniciativa de esperanza y confianza, que es el mensaje que os mandamos desde Pazo de Vilane. Comparte tus sentimientos y ayuda a levantar el ánimo de otros. Porque en esta crisis nadie puede quedar atrás. Sólo juntos saldremos de ella.