Misteriosos, románticos, evocadores… La simple contemplación de un pazo gallego nos hace caer en la cuenta de la riqueza de nuestro patrimonio cultural e histórico. ¿Pero conoces el origen de los Pazos y su historia a lo largo de los siglos?
El pazo gallego es una típica construcción tradicional gallega que surge en el siglo XV como casa señorial o solariega rural. Solía pertenecer a un personaje noble o hidalgo, y en ella vivían tanto la familia, en las áreas de mayor rango, como los servidores, en construcciones adosadas menores.
¿Cómo surgieron los pazos?
Su origen y expansión se vincula al final de las guerras entre señores feudales gallegos -a lo largo del XV- y, en consecuencia, al abandono paulatino de las torres fortificadas o castillos, más adecuados para los tiempos bélicos.
Una vez lograda la paz y estabilidad social, los pazos (o palacios, del latín palatium) fueron proliferando en el ámbito rural gallego como lugares de retiro de la clase hidalga y baja nobleza, y no dejaron de extenderse hasta bien entrado el XIX. De hecho, hoy día el Inventario Xeral do Patrimonio Cultural de Galicia cuenta con unos 900 pazos catalogados.
Los pazos gallegos podían ser hogares palaciegos, destinados al descanso y entretenimiento del hidalgo y sus invitados -con actividades como la caza, los paseos campestres o las danzas- o bien centros agrícolas, todo ello dependiendo de la riqueza y deseos del propietario.
Y aunque nacen a fines de la Edad Media, son el punto neurálgico de una organización feudal de la economía y las relaciones sociales que con ciertos matices se prolongará a lo largo de los siglos. Es decir, el pazo gallego era el principal foco de riqueza alrededor del cual transcurría la vida de los aldeanos de la comarca, pues era donde se prestaban servicios a estos (como el molino, o el mercado, por ejemplo), a cambio de sus impuestos.
La preeminencia del pazo sobre la sociedad rural gallega descansaba no sólo en la edificación solariega, sino en un considerable conjunto de tierras de labranza a su alrededor, que muchas veces eran arrendadas a los campesinos. Su ubicación solía escogerse estratégicamente atendiendo tanto a la fertilidad de las fincas como a su posible defensa. Así, era común que el edificio principal se ubicara sobre un monte o promontorio elevado.
Su estructura solía ser de planta rectangular o cuadrada, con algunas piezas añadidas a lo largo de los siglos –según las necesidades- y con escasos vanos o aperturas para ventanas. Eran construcciones oscuras, levantadas invariablemente sobre grandes sillares de piedra, para protegerlas de la constante humedad gallega.
Estaban rodeadas de un jardín, un palomar, las casas de los servidores, la capilla y estancias del sacerdote, y si eran de carácter agrícola y ganadero, de los recintos propios para estas tareas: los establos, el horreo, o la palleira o pajar, entre otros.
No se conoce el nombre de ningún arquitecto que firmara estos preciosos palacios rurales gallegos. Probablemente no fueran de gran renombre, sino más bien maestros de obras o canteros. De ahí que el estilo arquitectónico sea ecléctico y beba indistintamente en las raíces del Renacimiento, del Barroco o del Neoclásico, según el gusto del noble propietario o incluso de la época en la que se construyera un ala concreta.
Aunque los pazos se reparten por toda Galicia, hay quien aprecia diferencias según la provincia en la que se enclavan. La división más común se establece entre los ya mencionados pazos de recreo o pazos agrícolas, pero también se distingue entre los de La Coruña, más moderados, los de Pontevedra, los más ricos y espectaculares, o los del interior, tanto Orense como Lugo, mucho más solemnes y de carácter casi monacal.
Los pazos gallegos en la literatura
Grandes autores de la literatura se inspiraron en los pazos gallegos para ambientar sus obras. Ese fue el caso de Emilia Pardo Bazán, quién fue la propietaria inicial del Pazo de Meirás, lugar donde escribió Los Pazos de Ulloa en 1886.
La novela estaba ambientada en un lugar supuestamente imaginario, pero que claramente se identifica con la comarca de A Ulloa, donde asimismo se localiza Pazo de Vilane. En su obra se aprecian los choques culturales entre los hidalgos y burgueses urbanos y los campesinos gallegos.
Por su parte, Ramón María Valle-Inclán también retrató la vida de los pazos en su trilogía de las guerras carlistas Comedias Bárbaras, encabezada por Los Cruzados de la Causa. Las nieblas, el espesor de la maleza, las cuevas de lobos, las raposas, las hogueras en mitad de la noche… Valle-Inclán refleja en su obra todo el misterio y el universo espectral de la Galicia rural, con sus pazos grises y su nobleza romántica encarnada en el Marqués de Bradomín.
También este autor salpica aquí y allá sus textos con pazos imaginarios; el más famoso de todos es el bautizado como Flavia Longa en Romance de Lobos, y cuya ubicación exacta nunca se ha podido demostrar, si bien recientes investigaciones lo sitúan en el Pazo da Rúa Nova, en Villanueva de Arosa, Pontevedra.
El propio Valle-Inclán alimentó el mito de su nacimiento a bordo de un vaporcito que cubría la travesía entre este pueblo marinero y Pobra do Caramiñal. No obstante, se cree más probable que naciera en el pazo Casa del Cuadrante, hoy Casa Museo Valle-Inclán.
Muchos más autores gallegos han llevado los pazos a sus obras, como Gonzalo Torrente Ballester, en su trilogía Los Gozos y las Sombras, o Wenceslao Fernández Flórez, en El Bosque Animado.
Los pazos en el siglo XXI… y Pazo de Vilane
Como hemos mencionado anteriormente, actualmente están registrados por parte de la Xunta de Galicia unos 900 pazos dedicados a muy distintos usos: museos, casas rurales, centros de convenciones o eventos, hoteles, restaurantes, viñedos, casas privadas de recreo y hasta una granja avícola, como Pazo de Vilane.
No todos son visitables, pero los que están abiertos al público son todo un espectáculo, en gran parte por la belleza de sus jardines, cuajados de camelias, magnolios y palmeras.
Algunos de los pazos más famosos son el Pazo de Oca en La Estrada, el Pazo de Meirás en A Coruña, el Pazo de Santa Cruz en Rivadulla, el Pazo de Rubiales, el de Lourizán en Pontevedra, el de Villamarín en Orense, el de Montesacro en Cambados, el Pazo Museo Quiñones de León en Vigo o el Pazo de Baión en Vilanova de Aurosa.
Si quieres alojarte en uno de ellos, podrás hacerlo no muy lejos de Pazo de Vilane, en Palas de Rei, en Lugo. Cuentas con el Pazo de Laia, o con el Pazo Mariñao, antaño propiedad de los marqueses de Camarasa.
Respecto a Pazo de Vilane, ubicado en Antas de Ulla (Lugo), en la comarca de A Ulloa, lleva perteneciendo a la familia Varela-Portas desde 12 generaciones atrás, a finales del XVIII.
No se conservan documentos acerca de sus orígenes ni de sus habitantes, pero sí se sabe por su disposición y estructura que fue un pazo agrícola durante los tres siglos que han contemplado sus muros: XVIII, XIX y XX.
Durante los 60 y 70 acogió una granja de vacas lecheras y un negocio de piensos, pero no fue hasta 1996 cuando inició su verdadero renacer a través de una granja avícola, la primera de huevos camperos de España, muy conocida gracias a su original caja de cartón con su gallinita punteada en verde.
Previamente a la pandemia se organizaban anualmente en Pazo de Vilane jornadas de puertas abiertas, que de momento han sido aplazadas hasta que mejore la situación sanitaria. A lo largo de estas visitas previamente concertadas podían visitarse las zonas rehabilitadas, como la antigua Palleira (convertida en sala multiusos para actividades culturales), el hórreo, la Casa dos Caseiros, la Capilla y la Casa Rectoral.
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