Historias de la cuarentena: desde la Argentina… con amor

Con esta emotiva y emocionante carta de amor cerramos un ciclo de Historias de la Cuarentena con las que todos vosotros habéis escrito Historia.

Así, con mayúsculas.

Cuando pasen muchos años, quizá siglos, estas historias de la cuarentena serán pruebas escritas de estos extraños días que cada uno vivió según le tocó en suerte.

Muchos lo hicieron desde casa, tratando de entretener a niños llenos de energía, o bien sorteando un día tras otro el tedio, la ansiedad, o la preocupación por la enfermedad y el futuro como buenamente podían.

Otra parte ocupó su lugar, con orgullo, en las granjas, en los campos, en las calles, comisarías o comercios de alimentación, sacando adelante y sin desfallecer los alimentos o servicios imprescindibles para que sus compatriotas pudieran vivir tranquilos, guardando el confinamiento.

Algunos otros, verdaderos héroes, se jugaron la vida en hospitales y residencias de ancianos cuidando impotentes y diciendo el último adiós -sustituyendo a sus seres queridos- a muchas más personas de las que nadie jamás pensó y mucho menos quiso.

Desde Pazo de Vilane mandamos un sincero agradecimiento a todos aquellos que trabajaron juntos (cada uno en su puesto) para que pudiéramos vencer como sociedad al Covid-19.

Por supuesto, también a todos los que nos mandasteis vuestras Historias de la Cuarentena y, con ello, levantasteis el ánimo o conseguisteis que otros se sintieran comprendidos o acompañados.

Nos alegramos de poder despedir esta iniciativa con una carta tan lejana en kilómetros como la de Laura, pero tan cercana a todos en sentimientos.

No te pierdas la más romántica de nuestras Historias de la Cuarentena

En Argentina el 20 de abril se cumplió un mes del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio y eso nos ha puesto a pensar en todo lo que ha sucedido en este tiempo. 

Un mes es una medida de tiempo que utilizamos para recordar eventos casi siempre celebrables, como el primer mes de vida de un niño, la cantidad de días ideales para las vacaciones de verano o la necesidad de recordar el día en que nos enamoramos de alguien y comenzó una relación.

Mi nombre es Laura, vivo en la ciudad de Buenos Aires con mis dos hijos varones adolescentes.

Casa Rosada, en Buenos Aires, desde donde escribe Laura una de nuestras historias de la cuarentena.

Como la mayoría de mis amigas, conocidas o vecinas que promedian los 40 años, después de separarnos llevamos una vida demasiado agitada, repartiendo el tiempo entre maternidad, profesión, supervivencia y vida social. Y puedo casi asegurar que el gran mal de los matrimonios es la convivencia. Punto.

Pero volvamos al día en que el presidente anunció por cadena nacional que pasaríamos encerrados en nuestras casas los siguientes 24 días. Lo primero que pensamos, quienes trabajamos en relación de dependencia, fue: ¡Genial, casi un mes de vacaciones! Y nos dispusimos de la mejor manera a proteger a los miembros de nuestra familia. Organicé una reunión familiar al llegar de la oficina. ¿Qué haremos con Dorita? Nos preguntamos. Mi madre, 70 años, cocinera, trabajadora activa (hiperactiva), que vive sola.

Mi hijo menor fue el primero en sorprender con su idea: Yo me voy a vivir con la abuela, dijo, total son solo unos días… Dorita, primero negándose a tamaño sacrificio de su nieto y luego, solapadamente feliz, prometió enseñarle a cocinar a Lauti durante el confinamiento. El mejor regalo que ella podría ofrecer.

Ya que estamos usando el mes como unidad, como pasos agigantados para medir este paréntesis en el  pulso de vida del planeta, salto sin solución de continuidad hasta el 20 de diciembre pasado.

Era otro mundo. Exactamente tres meses antes del inicio de la cuarentena, el último viernes antes de la Navidad, la última función del año de la obra en la que yo era actriz, otra sorpresa, la más deseada por mí, apareció el amor.

Obra de teatro previa a la cuarentena.

Solo hacía falta despejar la mirada, escuchar al que estaba muy cerca, permitir que las risas de siempre en los ensayos se transformaran en motivos para seguir esa noche en compañía del director de la obra. Y así, de 20 en 20, fue pasando el verano y creciendo ese algo en común.

Jueves 19 de marzo 2020, 21 hs. No puedo imaginar dejar de vernos por tanto tiempo. Estamos en el pico del  enamoramiento.

Una llamada telefónica basta para tomar la decisión más jugada de las últimas décadas, invitar a un hombre a instalarse en mi casa hasta que pase “la peste”.  Mateo, hijo mayor, tiene que aprobar al visitante. Acepta, a pesar de lo poco que se conocen.  A las 12 de la noche, cual cenicientas, comenzaría el fabuloso cuento de la cuarentena y nadie podría trasladarse por la ciudad. Como en un conjuro, el lugar donde te encuentre la cuarentena será tu morada y tu destino…

Y aquí estamos, a pesar de los prejuicios y de las teorías amasadas durante años, atravesando las convivencias más extrañas que hubiésemos imaginado. Lauti, que lleva en casa de Dorita 35 días, aprendió a hacer el repulgue de las empanadas, la receta de la sopa de calabaza y del bizcochuelo. Cuenta que lo mejor para aprender es ver como la abuela cocina y eso sólo es posible pasando tiempo juntos. Yo lo extraño como nunca, pero tenemos larguísimas conversaciones por teléfono, sin vídeo llamada, porque él ya no quiere más pantallitas, y aun así puedo ver lo enorme y fuerte que es su corazón.

En casa, los días pasan como páginas de los libros que no puedo leer. La concentración es un modo no compatible con la cantidad de información que el cuerpo en stand by recibe.

Estar en contacto con amigos y familia a través de whatsapp es una actividad intensa y necesaria. Pero fueron apareciendo rutinas que aceptamos con alegría. El despertar tarde y saber que Edu escucha la radio bajita en la cocina para no molestarme, después viene el desayuno que puede durar tres o cuatro horas, hasta cansarnos de tomar mate con tostadas, fruta y queso.

Lo que varía es el sabor de las mermeladas, que pronto serán caseras, lo prometo. Y el gran ritual diario comienza a las ocho de la noche cuando comenzamos a preparar la cena. Pensar, comprar ingredientes y sorprender con lo bien, o mal, que salen los platos a los que me estoy animando es lo que más me entusiasma.

Masas de panes, pizzas y tartas. Flanes, postres de ricota, cremas. Guisos. Salsas nuevas inventadas para las pastas. Prender el fuego para el asado y los vinos llenan de sentido estos días locos e incomprensibles. Días que nos hicieron pensar en lo que realmente vale la pena. 

Pareja cocina en cocina durante la cuarentena.

Podrán pasar muchos más meses hasta que todo vuelva a la normalidad (o no) pero estoy segura que en cada rincón de la tierra, las personas comunes, con vidas como cualquier otra, ya descubrimos que el antídoto que nos salvará en este cuento del fin del mundo será el amor.

Laura Dantonio, Buenos Aires.

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Como os prometimos la semana pasada, nos complace anunciar que la ganadora de nuestro concurso Historias de la Cuarentena Pazo de Vilane ha sido Cris González Quintián, Madrid, por su historia «Desde nuestro encierro». En los próximos días nos pondremos en contacto con ella a través de correo electrónico para comunicarle la buena noticia.

El premio será un viaje a Pazo de Vilane en los próximos meses, cuando sea posible desplazarse libremente desde Madrid hasta Lugo. Allí Cris y sus hijos tendrán la oportunidad de conocer las instalaciones de Pazo de Vilane y nuestras gallinas camperas.

Reiteramos una vez más nuestra gratitud por la acogida de esta iniciativa y por las numerosas cartas recibidas durante estas semanas, que nos han llenado el corazón de fe en un futuro mejor.