El pastor de vientos

Durante el verano celebramos un concurso de anécdotas campestres. Algunos han compartido historias o celebraciones especiales vividas en una casa de campo o en el pueblo.

Nos ha encantado recibir recuerdos vividos en un entorno rural. Nos produce una gran satisfacción comprobar que somos muchos los que pensamos que en el rural se vive muy bien.

Hoy compartimos el relato de Fernando que nos trae sonidos y olores del otoño:

Nuestro vecino, que siempre fue pastor, regaló los animales aquí y allá. El sonido de cencerros de ovejas y cabras pertenecía a nuestro paisaje, un rumor del monte. Sin embargo, en sus últimos años, este hombre callado y solitario, decidió poblar sus pastos de árboles; reparar la tierra, me dijo.

Sus últimos días los pasó postrado, escuchando desde las ventanas abiertas de finales de verano los cencerros del rebaño, puestos en marcha a golpes de viento que, cuando arrecian, se echan a dormir bajo la arboleda. No quiso, por mor de las ovejas, perder los brotes nuevos; tampoco se atrevió a dejar de oírlas cerca de su caserón de piedra. En ramas de árboles había colgado los cencerros; un rebaño pastoreado por vientos.

Vuelven sin avisar los vendavales que asustan al ganado, agitando los metales, sin poder escapar de los robles. Tintineo de vientos despiertos. Cencerros sentidos por cien cerros. Otoño por llegar: murmullo intenso del rebaño desbocado, rumor incesante de campanillas. Temporal de vientos; carrillón de badajos repicando, tañidos furiosos en las ventoleras de entretiempo.

Marchó este viejo pastor de vientos, acostado mientras oía su jauría de cencerros, soñando un rebaño de árboles, a la deriva entre pastos y rachas de viento.